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Mi porno Latin Lover

Y ahí estaba él, con su carita de pekinés, con su carita de orto sucio, rojizo en la pantalla del computador. Lo vieron después de que el cineasta lanzara la propuesta:

-¿Quieres ver lo que a todos nos tiene perturbados?
-¡Huy si! Perturbación y masturbación son dos de mis palabras favoritas. Amo la cacofonía.
-Mira esto…

La pantalla del Mac del cineasta se iluminó mostrando los inicios de una peli porno. Producto nacional. Cien por ciento spanish spoken pero lanzada al mercado gringo y europeo hace unos años. ‘Bareback Latinos Cum Show’ era el nombre del film de cuarta categoría grabado en el patio de una casa con piscina en Chinacota. El elenco estaba compuesto por nueve ‘colombianitos’, participantes de escenas poco profilácticas, que causaron verdadera cacofonía en Daniel Gallardo.

-Luque, Duque, Buque, Busque y busque, puro rebusque, ¡las lucas! ¡No puede ser! ¿Es ese Luque?
-¡Siiiiiiiii! – dijo el cineasta apretando los dientes en un gesto rabioso de alegría- ¡Marica, el otro día me mandaron este link y no lo pude creer!

En efecto se trataba de Luque ‘the ultimate popular gay boy in town’, el ‘re-papito del Luque’, el que vino de una comuna de Medellín para masacrarnos a todos a punta de sexo, el modelito de marca de ropa interior barata, el sueño vivo del cineasta. Luque llegó a Bogotá hace diez años luego de combatir contra la pobreza, su pobreza, en alguna comuna de Medellín. Venido a su suerte y despertando a los 20, a la segunda noche ya tenía donde y con quién dormir. Se presentaba como el típico Latin Lover, el gigoló de vereda, el gato de callejón que mordía y arañaba con su banano veneno y sometía a sus víctimas hasta exprimirles lo que alcanzara. Era ese el que se encontraba enredado en la pantalla en un trío de punto-cadeneta-punto en que él era la cadeneta. Como dijo alguna vez el poderoso y omnipotente Vetto Zucconni: ‘Eso era como la pirámide alimenticia, todos se comían con todos’ y de verdad que impresionó, incluso a Gallardo, al borde de su muerte post-coital.

-Es él, marica. Unos años más joven pero es él. La leyenda: Luque.

Sabía Daniel Gallardo que Luque había sido el novio del adinerado Charly Pedrera, quien decía ya conocer la película y de seguro se retorcía de la dicha diciéndole a todo el mundo que él ya sabía, que siempre lo apoyó así y que nunca tuvo necesidad de divulgarlo ¡Mentira! Él, como muchos tantos, tuvo que sostener su quijada y pelar bien los ojos para creer lo que veía. Se alegró sólo un poco, no dijo nada a nadie y dejó que la bola se terminara de regar. Dichoso y sonriente como siempre caminaba con su entourage de pequeños mariquitas mientras respondía cordialmente las preguntas:

-Pero, ¿tu ya sabías?
-Siempre lo supe. Lo que pasa es que siempre lo quise y lo respete mucho –decía frente a las cámaras.

Se enteró Saúl Louis, vía telefónica, cuando luego del encuentro con el cineasta, Daniel lo llamó para brindarle detalle sobre la primicia. Saúl apenas pudo contener las ganas de salir corriendo del auditorio del Hotel Tequendama, inventarse una calamidad familiar o una diarrea y conectarse a Facebook y mirar el Inbox. Daniel se le adelantó y replicó el mensaje a Evan Rincón, ex amante de Charly, quien se encontraba ya viviendo en la costa. Los chismes, vodeviles y minidramas de este tipo conmovían a Daniel Gallardo al punto de subirle la testosterona: luego del polvo con el cineasta salió corriendo a masturbarse a su casa, se dio tres golpes en el pecho y huyó al gimnasio a sudarla toda. No le interesó más el chisme de Luque y se fue a un toque en el centro. Pero la bola de nieve siempre se mantuvo en descenso y, antes de Daniel, fue a dar a oídos de la furibunda nueva víctima de Luque quien no se vio en otra estrategia más social que echarlo a la calle y evitarse cualquier tipo de repercusiones en su imagen. Por su parte, la imagen de Luque se proyectaba ahora aún más, su popularidad rebasaba los límites conocidos y a la noche siguiente de desatado el escándalo ya lo invitaban de nuevo a Chinacota y le ofrecían trabajo en alguno de sus variados campos de desempeño –barman, ‘disc jockey’, modelo de calzoncillos baratos y vividor profesional-.

-Marica, hay que conseguir la película completa. Esto está re-editado –dijo el cineasta con cara de loco. Daniel alzó las manos como en alabanza y luego manoteó para indicar su recién nacido desinterés.
-Luque ha sido cortado y vuelto a pegar en muchas ocasiones y esta es la versión que menos me interesa de él. Me gusta lo que desata y cómo puede prender el ambiente con tan sólo un chasquido.

Y chasqueó los dedos Daniel y apretó los dientes el cineasta para darle un profundo beso. Se quedaron tirando y riendo toda la tarde mientras Luque se corría arrugando su carita de pekinés y se revelaba su nombre artístico en los créditos…
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By Evan Rincón

Al levantarse lo primero que hizo fue ponerse los tacones. Se mantuvo todo el día con ellos, cocinando y ‘mariquiando’ para sus amigos, hasta hacerles doler la barriga. Evan Rincón tenía ese efecto entre su público: un torrente avasallador, incluso asfixiante, que desataba risas y llantos, adoración y rechazo, odio y amor. Evan fue el culpable de provocarle el vómito, vía telefónica, a Francis Holmmes.

-Te deseo un feliz año y de todo, Mary.
-Si, si… -respondió el intoxicado marihuanero inexperto de Holmmes.
-Que la Mujer Maravilla, tres veces santa, y Frida te protejan y de to… -Tuvo que soltar el celular Francis porque sintió cómo se salían sus tripas.
-Está vomitando. Daniel nos dio una marihuana muy fuerte – tomó el mando de la conversación, el primo de Evan, Saúl Louis.
-¿Y en donde está Dani? ¡Pásamelo que lo voy a insultar!

Estaba tirando como los dioses Daniel Gallardo, informó Saúl. Soltó una carcajada de inmediato Evan y le dijo a Saúl que no fuera tan ‘showcera’. Que feliz año y de todo y que dejara a Daniel tranquilo, que era su cumpleaños. Saúl escucho la caída de la llamada mientras le agarraba la cabeza a Francis, aún en invocación de los dioses del vómito.
A sus amigos atendió Evan ese día: hizo margaritas, pasta y trajo un postre que Daniel disfrutó fumando.

-Mis relaciones no funcionan porque no me saben tratar. –dijo, mientras servía los margaritas entaconado.
-¿Y cómo te gusta que te traten? – indagó Francis.
-A mi me gusta que me suban pero también que me suelten y que cuando esté a mitad de caída me recojan y me vuelvan a subir. Y que sea algo permanente.

Los amigos se miraron y no pudieron evitar una larga carcajada que se extendió por horas, mientras Evan bailaba, se tomaba fotos y desfilaba por pasarelas imaginarias de Victoria’s Secret a ritmo de Lady Gaga. Todos quedaban rendidos ante su hilarante e incansable presencia, no sólo sus amigos, sino también sus amantes que hacían fila de espera para turnárselo. Tal fue el caso del sacerdote –cuyo nombre Evan es incapaz de recordar- que se embelesó perdidamente con él cuando tan sólo tenia 17 años. Siempre lo tuvo muy al margen, el adolescente, seduciéndole para obtener regalos ostentosos, invitaciones a los restaurantes más ‘molto costosos’ de las zonas más exclusivas de la ciudad y saliditas casuales los domingos. En una de esas salidas fueron testigos Saúl y Daniel del nivel de manipulación, modo ultra perra, que Evan es capaz de alcanzar.

-¡Estoy mamado de esta mierda!- hablo histérico pero masculino.
-¿Qué pasó, Bebé?- respondió el cura, muy mal vestido de civil ese día.
-Nada. Mi papa no me va a dar para la camisa que quiero para ir al cumpleaños de Jerry. Voy a ir mal vestido, o mejor, no voy a ir y antes de eso mejor me quedo en mi casa todo el fin de semana.
-Pero, Bebé, ¿No nos vemos el domingo?
-Ni antes ni después de misa –sentenció Evan indignado mientras Saúl y Daniel presenciaban atónitos la escena.
-Pues vamos a ir a ver esa camisa. No debe ser muy cara y todo sea por la felicidad de este joven –decidió, entre nervioso y complaciente, el viejo maricón.
-Todo sea por no ir al infierno mal vestido –dijo entre dientes y susurrante Daniel, imitando la voz de Evan.

Salió feliz el joven, mirando casi al techo, embriagado de orgullo y vanidad, del almacén de marca, agarrando fuerte el paquete en que iba contenida su mayor pertenencia: su ego de brazos múltiples. ¡Qué dulces 17! ¡Que Bar Mitz-vah! !Esto era el cielo!

-Me voy para mi casa. Me dio como sueño. Vamos pelaos. Nos vemos… -En su cabeza sonaba un pitico, como el de las películas, que bloqueaba el nombre del cura como si se tratara de alguna obscenidad. El viejo no lo volvió a ver.
Llegado el gran día del cumpleaños de Jerry (16) –mariquita barranquillera de mafia de alto calibre- Evan se empezó a preparar desde temprano: se levantó a la una de la tarde, desayunó una bolsa de Cheese-Tris, se relajo en el Spa (Sauna de Chapinero) y se fumó un porrito casual para ir a tono. La marihuana le dio por llamar a Daniel para decirle que lo acompañara.

-Acompáñame, cuca.
-¿Cucaramacara?
-¡Títere jueeeee!
-No quiero ir a eso. Estoy medio dolido por lo de…
-¿El man de los patacones? ¡Deja el show! Yo mismo te voy a ir a buscar.

A la hora llegó Evan, cargado de paquetes llenos de colonias, talcos y lociones, y de suéteres, camisas y pantalones y de todo, para que Daniel lo acompañara a su fiesta.

-Así tenga que dar mi vida, te voy a sacar de aquí – decía, mientras Daniel veía, admirado y enternecido, la entrada tras bambalinas de una estrella, de una verdadera diva. Le mostró Evan la camisa verde que le había dado el cura y le repitió: "Así me toque dar mi vida".

Evan combinó la camisa con un pantalón y blazer negros. Llevó al antes oscuro y desgarbado Daniel ante su nueva personificación.

-By Evan Rincón - le susurró al oído mientras destapaba sus ojos frente al espejo.

Daniel se sintió ridículo. El pelo encrespado y alborotado no iba con las prendas fashionistas de Evan, destilantes de superficialidad, ni mucho menos con los aires de cinismo que se daba Gallardo.

-El saco era de mi abuela ¿Puedes creerlo? –le diría sonriente.

-Y lo peor es que sí logró sacarme una sonrisa –recordaría Daniel, tres años después, en la noche de martinis, y todos morirían a carcajadas, mientras Evan tomaba, cruzado de piernas, de su trago.
-Sacarte una sonrisa, de tu casa y de todo, cuca.
(Risas)
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