By Evan Rincón
Al levantarse lo primero que hizo fue ponerse los tacones. Se mantuvo todo el día con ellos, cocinando y ‘mariquiando’ para sus amigos, hasta hacerles doler la barriga. Evan Rincón tenía ese efecto entre su público: un torrente avasallador, incluso asfixiante, que desataba risas y llantos, adoración y rechazo, odio y amor. Evan fue el culpable de provocarle el vómito, vía telefónica, a Francis Holmmes.
-Te deseo un feliz año y de todo, Mary.
-Si, si… -respondió el intoxicado marihuanero inexperto de Holmmes.
-Que la Mujer Maravilla, tres veces santa, y Frida te protejan y de to… -Tuvo que soltar el celular Francis porque sintió cómo se salían sus tripas.
-Está vomitando. Daniel nos dio una marihuana muy fuerte – tomó el mando de la conversación, el primo de Evan, Saúl Louis.
-¿Y en donde está Dani? ¡Pásamelo que lo voy a insultar!
Estaba tirando como los dioses Daniel Gallardo, informó Saúl. Soltó una carcajada de inmediato Evan y le dijo a Saúl que no fuera tan ‘showcera’. Que feliz año y de todo y que dejara a Daniel tranquilo, que era su cumpleaños. Saúl escucho la caída de la llamada mientras le agarraba la cabeza a Francis, aún en invocación de los dioses del vómito.
A sus amigos atendió Evan ese día: hizo margaritas, pasta y trajo un postre que Daniel disfrutó fumando.
-Mis relaciones no funcionan porque no me saben tratar. –dijo, mientras servía los margaritas entaconado.
-¿Y cómo te gusta que te traten? – indagó Francis.
-A mi me gusta que me suban pero también que me suelten y que cuando esté a mitad de caída me recojan y me vuelvan a subir. Y que sea algo permanente.
Los amigos se miraron y no pudieron evitar una larga carcajada que se extendió por horas, mientras Evan bailaba, se tomaba fotos y desfilaba por pasarelas imaginarias de Victoria’s Secret a ritmo de Lady Gaga. Todos quedaban rendidos ante su hilarante e incansable presencia, no sólo sus amigos, sino también sus amantes que hacían fila de espera para turnárselo. Tal fue el caso del sacerdote –cuyo nombre Evan es incapaz de recordar- que se embelesó perdidamente con él cuando tan sólo tenia 17 años. Siempre lo tuvo muy al margen, el adolescente, seduciéndole para obtener regalos ostentosos, invitaciones a los restaurantes más ‘molto costosos’ de las zonas más exclusivas de la ciudad y saliditas casuales los domingos. En una de esas salidas fueron testigos Saúl y Daniel del nivel de manipulación, modo ultra perra, que Evan es capaz de alcanzar.
-¡Estoy mamado de esta mierda!- hablo histérico pero masculino.
-¿Qué pasó, Bebé?- respondió el cura, muy mal vestido de civil ese día.
-Nada. Mi papa no me va a dar para la camisa que quiero para ir al cumpleaños de Jerry. Voy a ir mal vestido, o mejor, no voy a ir y antes de eso mejor me quedo en mi casa todo el fin de semana.
-Pero, Bebé, ¿No nos vemos el domingo?
-Ni antes ni después de misa –sentenció Evan indignado mientras Saúl y Daniel presenciaban atónitos la escena.
-Pues vamos a ir a ver esa camisa. No debe ser muy cara y todo sea por la felicidad de este joven –decidió, entre nervioso y complaciente, el viejo maricón.
-Todo sea por no ir al infierno mal vestido –dijo entre dientes y susurrante Daniel, imitando la voz de Evan.
Salió feliz el joven, mirando casi al techo, embriagado de orgullo y vanidad, del almacén de marca, agarrando fuerte el paquete en que iba contenida su mayor pertenencia: su ego de brazos múltiples. ¡Qué dulces 17! ¡Que Bar Mitz-vah! !Esto era el cielo!
-Me voy para mi casa. Me dio como sueño. Vamos pelaos. Nos vemos… -En su cabeza sonaba un pitico, como el de las películas, que bloqueaba el nombre del cura como si se tratara de alguna obscenidad. El viejo no lo volvió a ver.
Llegado el gran día del cumpleaños de Jerry (16) –mariquita barranquillera de mafia de alto calibre- Evan se empezó a preparar desde temprano: se levantó a la una de la tarde, desayunó una bolsa de Cheese-Tris, se relajo en el Spa (Sauna de Chapinero) y se fumó un porrito casual para ir a tono. La marihuana le dio por llamar a Daniel para decirle que lo acompañara.
-Acompáñame, cuca.
-¿Cucaramacara?
-¡Títere jueeeee!
-No quiero ir a eso. Estoy medio dolido por lo de…
-¿El man de los patacones? ¡Deja el show! Yo mismo te voy a ir a buscar.
A la hora llegó Evan, cargado de paquetes llenos de colonias, talcos y lociones, y de suéteres, camisas y pantalones y de todo, para que Daniel lo acompañara a su fiesta.
-Así tenga que dar mi vida, te voy a sacar de aquí – decía, mientras Daniel veía, admirado y enternecido, la entrada tras bambalinas de una estrella, de una verdadera diva. Le mostró Evan la camisa verde que le había dado el cura y le repitió: "Así me toque dar mi vida".
Evan combinó la camisa con un pantalón y blazer negros. Llevó al antes oscuro y desgarbado Daniel ante su nueva personificación.
-By Evan Rincón - le susurró al oído mientras destapaba sus ojos frente al espejo.
Daniel se sintió ridículo. El pelo encrespado y alborotado no iba con las prendas fashionistas de Evan, destilantes de superficialidad, ni mucho menos con los aires de cinismo que se daba Gallardo.
-El saco era de mi abuela ¿Puedes creerlo? –le diría sonriente.
-Y lo peor es que sí logró sacarme una sonrisa –recordaría Daniel, tres años después, en la noche de martinis, y todos morirían a carcajadas, mientras Evan tomaba, cruzado de piernas, de su trago.
-Sacarte una sonrisa, de tu casa y de todo, cuca.
(Risas)
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