Tres son compañía...
Saúl Louis y Francis Holmmes se habían conocido pocos meses antes de su primer y único trío juntos. En realidad, el primero de todos para Saúl y el tercero para Francis, quien ya conocía un tanto las artes del sexo multitudinario. TRES: ¡Qué mal número para estos dos!
Los caminos del par se habían cruzado gracias a una fechoría premeditada de la infame tripleta euforia del pueblo, compuesta por el quimérico Saúl, el travieso Daniel Gallardo y el lunático Céssair Martínez.
-¡Hola amigos! ¡Necesito ayuda!
-Pa’ las que sea, parcero –dijo Daniel, mofándose del acento paisa de Céssair.
-Voy a conocerme con un man y necesito su opinión… -alargaba la última sílaba.
Se dieron la vuelta, Daniel y Saúl, para evaluar al personaje, ocultos tras un par de helechos, en una banca del centro comercial, mirando hacía el restaurante italiano donde ocurría la cita. Allí, un tipo de camisa blanca, impecable y con ínfulas de seriedad, sonreía entretenido frente a su futura mayor decepción. Francis lucharía, cuerpo a cuerpo, contra el efecto gravitorio que Céssair Martínez ejercería sobre él, meses después, sin sospecharlo durante esa charla.
-Entonces sos médico –comentó con falso interés Céssair.
-En dos años anestesiólogo –agregó el Doctor Holmmes, sumergido en las entrañas de la razón.
Le mencionó, además, que sólo le quedaban unos meses en el pueblo y que una vez acabara el contrato con la clínica regresaría a la capital para iniciar con paso firme su especialidad en anestesiología. Céssair abría y cerraba sus ojotes, lenta y pausadamente, como agonizante de interés, y esbozaba una leve sonrisita que disimulaba arrugas prematuras y ansiedad. Desvió su mirada fija para pretender alarmarse por una llamada perdida en su celular.
-Ya miró el celular. Hay que esperar la señal.
-Y, por todos los demonios, ¿tenemos una señal?
-Telepatía. Yo soy brujo –dijo Saúl sonriendo y tocándose con un dedo la sien. Agudizó la mirada y habló en silencio para sí. Daniel lo observó apretando también los ojos y sonriendo como un chino.
Se pusieron de pie y se fueron rumbo a la mesa donde comían Francis y Céssair. Salieron de entre unas palmeras en la terraza del lugar, envueltos en una humarada causada por Daniel, y sonrieron sincronizados mirando a la pareja. Céssair los saludó desde su lugar, abierto de piernas bajo la mesa y jugando con su celular.
-Hey, ¿qué hacen por acá? –fingió desconocimiento de la situación.
-Venimos de donde Chela –dijeron el nombre a coro- Y estábamos dando una vuelta. ¡Con éste calor! –finalizó la frase Saúl.
-Por eso estamos en sandalias.
-Y camiseta –volvió a agregar Saúl, mirando de reojo al futuro anestesiólogo. Cessair los invitó a sentarse y rompió con la lógica numérica de cita convencional de Francis, de brazos cruzados, expectante de cualquier novedad.
-¿Y ustedes qué hacen? –indagó minutos después de iniciada la conversación.
-Prácticas universitarias. Yo hago trabajo institucional y jefatura de prensa y…
-Yo trabajé en un largo –se anticipó Daniel.
-¿Ah sí? Yo también trabajé en un largometraje –apuntó ciego de arrogancia el médico.
-Sí, pero a ti no te pasó lo que a mi… -remató con arrogancia mayor, Daniel, entre dientes, y abriendo los ojos hacia abajo. Céssair observó el ping-pong entretenido, cada vez más reclinado en su silla y admirando a sus bufones.
-Creo que es hora de irnos a otro lado –propuso.
-Vámonos a Barcelona –dijo Saúl sonriendo.
-Va que va. Barcelona: buen bar –baló Daniel Gallardo, ansiando una nueva mamada en el baño de aquel lugar. Durante el camino lanzó dardos, secundado por algo de sátira Saúlesca, todos devueltos por Francis en forma de flechas encendidas.
-¿Vas a bares?
-Realmente salgo muy poco.
-Ratón de laboratorio –esgrimió Gallardo.
-Sí, un poco. Al menos no rata de callejón.
Le contestó así mismo Francis Holmmes que había estado becado durante toda su carrera y que eso le había dado la oportunidad de tomar cursos alternos vacacionales de psiquiatría, fotografía, crítica literaria, portugués y culinaria que alternaba con sus sesiones de pilates, entrenamiento en el gym y natación. ‘Me quedaba, aún así, tiempo libre’, dijo mirando a Gallardo -ubicado en la parte trasera del carro- y a quien se le acaba el tiempo todos los días.
-Cuando no son mis minutos de celular, es mi noción completa de él. A veces, si me tomo dos tragos a las seis de la tarde, puedo pensar qué es de madrugada –desvarió Daniel Gallardo, en retirada, pasando la batuta a Saúl. Suspiró, entonces, gruñón y extenuado Saúl, como quien acaba de ver a su candidata favorita de Miss Universo quedar de segunda. Inclinó la cabeza un poco y lanzó esta perla el cangrejito:
-¿Eso lo pones en tu perfil de Gaydar, Francis? Porque tengo curiosidad: hay campos para las fijaciones: naturismo, sexo grupal, sado, pero hay gente que arma su hoja de vida y la publica por un polvo. ¿Tú eres de esos?
Se sumieron en silencio los cuatro y luego en risas nerviosas y de arrepentimiento. Saúl vió, alucinó, con un perfecto equilibrio cósmico y sonrió, lleno de franqueza, mirando a Francis. Para entonces, ya habían bajado del automóvil y estaban a la entrada de Barcelona. Atravesaron la puerta, vieron el antro a medio llenar, y se fueron hasta el fondo del único pasillo, donde terminaba el bar y empezaban los baños, y una mesa se divisaba en la oscuridad. Pidieron tragos y brindaron por el encuentro.
-Por las nuevas amistades –alzó su botella Saúl.
-Por las calamidades –auguró Daniel.
-Que se por las casualidades –mintió Céssair.
-Prefiero las causalidades –precisó el Doctor Holmmes, aún ignorante del inicio y desenlace de su romance con Céssair Martínez, ignorante de la psicosis del paisa y de su invalidez emocional, y ostentando su encanto inglés. No estaría entre sus pronósticos, ni entonces ni después, llamar a Saúl, desesperado por la soledad del pueblo, y brindar con él de nuevo, un tarde de los meses posteriores.
-¿Y Daniel?
-Debe estar tirando…
-Qué envidia. Y nosotros aquí. ¿Nunca para?
-¿Y Céssair? –cuestionó Saúl.
-De viaje. Sus negocios, tu sabes, en Medellín.
-Sí. No ha ido mucho desde que sale contigo –concedió.
Miraron hacia abajo los dos, como arrepentidos, encontrando la mirada de Saúl toda la atención de un tipo, al otro lado de la terraza, a quien reconoció de ‘por ahí’.
-A ése tipo lo he visto por ahí. Se llama ‘Fabrizzio’ –puso comillas al aire- y creo que vive cerca de mi casa. Es como simpático.
-¿Y qué?
-¿Qué de qué?
-Vamos y le hablamos. Le invitamos una cerveza y ahí vemos.
-¡Que arrechera tan hijueputa, Francis! –se sorprendió Saúl- Pero, dale, vamos.
Se fue cabalgante Francis y extendió su mano formal a ‘Fabrizzio’, quien sonrió al verlo y ubicar a Saúl, dos pasos atrás, haciendo cara falsa de malo, con las cejas arriba y la boca cerrada, mirando de reojo a su alrededor.
-Que se siente con nosotros –se invadió de desafío.
Francis presumió el temor de ‘Fabrizzio’ ante la actitud detectivesca de Saúl, y se sentó de una en la mesa, flirteando, y sin perder contacto visual con la víctima.
-¿Por qué no vamos a mi casa, ‘Fabrizzio’? –miró el reloj y sonrió. Ya se habían tomado un par de cervezas y Francis deliraba en hipersexualidad nerda desatada por el abandono de Céssair. Era como un pequeño potro atrapado en un corral, resoplando todo el tiempo y con los cascos listos para el primer relincho. Ya en su habitación empezó a lanzar sentencias en plural que asustaron a Saúl.
-Vamos a ver porno.
-This is so High School. Casi como Drew Barrymore en ‘Jamás Besada’. ¿La viste? Regresa al colegio como estudiante, siendo una periodista encubierta, para experimentar su beso jamás dado. Yo nunca vi porno en el colegio –comentó Saúl tratando de tranquilizarse y tranquilizar a ‘Fabrizzio’.
-¿Por qué no nos quitamos las camisas? Hace mucho calor. Abramos un poco las ventanas… -‘Fabrizzio’ obedeció las órdenes del Doctor.
-Me voy a quitar la camiseta, si. La verdad si hace mucho calor y no quiero sudarla. Cogen mal olor después. A mi mamá siempre le cuesta quitárselo –habló como para sí, Saúl, viendo a Francis acercársele y estamparle un beso torpe en los labios, que le hizo pelar los ojos, cubrirse el pecho con la camiseta que lanzó por los aires al instante, mientras ‘Fabrizzio’ se agarraba furiosamente el paquete, entretenido por el porno, en medio de los otros dos. Yacía recostado en la cama de Francis, quien puesto de rodillas a un lado de fingía caricias hacia el otro lado, hacia Saúl. Con decisión se deslizaron rumbo a la entrepierna de ‘Fabrizzio’ y dejaron salir la verga del tipo. No les permitió que la tocaran y empezó a pajearse frenético, ante la sorpresa del dúo desesperación, que no halló otra opción que empezar a hacer lo mismo. Sacaron sus vergas, observando excitados y asqueados al recién conocido, y se tocaron fofamente por unos segundos. Saúl volvió a suspirar, justo antes de sumergirse para darle una mamada a Francis y lamer su único testículo. Ante la imagen, encerrado en mitad de la escena, ‘Fabrizzio’ empezó a soltar gemidos que anunciaban su orgasmo.
-¡No!
-¡No te toques más! –gritó Francis manoteando junto con Saúl.
No se pudieron ver la cara, distraídos por la cantidad de semen regado en la barriga del amante precoz, goteando por sus costillas. Ocultaron sus falos y se pusieron las camisetas para darle la despedida al visitante orgásmico. Se echaron en el piso a conversar.
-¿Cuántos años es que tienes? –sonó interesado el médico.
-23, los cumplí en Julio. Disculpa, ¿por qué tienes una sola?
-Cáncer Testicular. Por eso también me adelgacé mucho.
-¿En serio? Yo soy brujo y nací bajo el signo de Cáncer –sonrió Saúl apuntando con el índice en su cabeza.
Los caminos del par se habían cruzado gracias a una fechoría premeditada de la infame tripleta euforia del pueblo, compuesta por el quimérico Saúl, el travieso Daniel Gallardo y el lunático Céssair Martínez.
-¡Hola amigos! ¡Necesito ayuda!
-Pa’ las que sea, parcero –dijo Daniel, mofándose del acento paisa de Céssair.
-Voy a conocerme con un man y necesito su opinión… -alargaba la última sílaba.
Se dieron la vuelta, Daniel y Saúl, para evaluar al personaje, ocultos tras un par de helechos, en una banca del centro comercial, mirando hacía el restaurante italiano donde ocurría la cita. Allí, un tipo de camisa blanca, impecable y con ínfulas de seriedad, sonreía entretenido frente a su futura mayor decepción. Francis lucharía, cuerpo a cuerpo, contra el efecto gravitorio que Céssair Martínez ejercería sobre él, meses después, sin sospecharlo durante esa charla.
-Entonces sos médico –comentó con falso interés Céssair.
-En dos años anestesiólogo –agregó el Doctor Holmmes, sumergido en las entrañas de la razón.
Le mencionó, además, que sólo le quedaban unos meses en el pueblo y que una vez acabara el contrato con la clínica regresaría a la capital para iniciar con paso firme su especialidad en anestesiología. Céssair abría y cerraba sus ojotes, lenta y pausadamente, como agonizante de interés, y esbozaba una leve sonrisita que disimulaba arrugas prematuras y ansiedad. Desvió su mirada fija para pretender alarmarse por una llamada perdida en su celular.
-Ya miró el celular. Hay que esperar la señal.
-Y, por todos los demonios, ¿tenemos una señal?
-Telepatía. Yo soy brujo –dijo Saúl sonriendo y tocándose con un dedo la sien. Agudizó la mirada y habló en silencio para sí. Daniel lo observó apretando también los ojos y sonriendo como un chino.
Se pusieron de pie y se fueron rumbo a la mesa donde comían Francis y Céssair. Salieron de entre unas palmeras en la terraza del lugar, envueltos en una humarada causada por Daniel, y sonrieron sincronizados mirando a la pareja. Céssair los saludó desde su lugar, abierto de piernas bajo la mesa y jugando con su celular.
-Hey, ¿qué hacen por acá? –fingió desconocimiento de la situación.
-Venimos de donde Chela –dijeron el nombre a coro- Y estábamos dando una vuelta. ¡Con éste calor! –finalizó la frase Saúl.
-Por eso estamos en sandalias.
-Y camiseta –volvió a agregar Saúl, mirando de reojo al futuro anestesiólogo. Cessair los invitó a sentarse y rompió con la lógica numérica de cita convencional de Francis, de brazos cruzados, expectante de cualquier novedad.
-¿Y ustedes qué hacen? –indagó minutos después de iniciada la conversación.
-Prácticas universitarias. Yo hago trabajo institucional y jefatura de prensa y…
-Yo trabajé en un largo –se anticipó Daniel.
-¿Ah sí? Yo también trabajé en un largometraje –apuntó ciego de arrogancia el médico.
-Sí, pero a ti no te pasó lo que a mi… -remató con arrogancia mayor, Daniel, entre dientes, y abriendo los ojos hacia abajo. Céssair observó el ping-pong entretenido, cada vez más reclinado en su silla y admirando a sus bufones.
-Creo que es hora de irnos a otro lado –propuso.
-Vámonos a Barcelona –dijo Saúl sonriendo.
-Va que va. Barcelona: buen bar –baló Daniel Gallardo, ansiando una nueva mamada en el baño de aquel lugar. Durante el camino lanzó dardos, secundado por algo de sátira Saúlesca, todos devueltos por Francis en forma de flechas encendidas.
-¿Vas a bares?
-Realmente salgo muy poco.
-Ratón de laboratorio –esgrimió Gallardo.
-Sí, un poco. Al menos no rata de callejón.
Le contestó así mismo Francis Holmmes que había estado becado durante toda su carrera y que eso le había dado la oportunidad de tomar cursos alternos vacacionales de psiquiatría, fotografía, crítica literaria, portugués y culinaria que alternaba con sus sesiones de pilates, entrenamiento en el gym y natación. ‘Me quedaba, aún así, tiempo libre’, dijo mirando a Gallardo -ubicado en la parte trasera del carro- y a quien se le acaba el tiempo todos los días.
-Cuando no son mis minutos de celular, es mi noción completa de él. A veces, si me tomo dos tragos a las seis de la tarde, puedo pensar qué es de madrugada –desvarió Daniel Gallardo, en retirada, pasando la batuta a Saúl. Suspiró, entonces, gruñón y extenuado Saúl, como quien acaba de ver a su candidata favorita de Miss Universo quedar de segunda. Inclinó la cabeza un poco y lanzó esta perla el cangrejito:
-¿Eso lo pones en tu perfil de Gaydar, Francis? Porque tengo curiosidad: hay campos para las fijaciones: naturismo, sexo grupal, sado, pero hay gente que arma su hoja de vida y la publica por un polvo. ¿Tú eres de esos?
Se sumieron en silencio los cuatro y luego en risas nerviosas y de arrepentimiento. Saúl vió, alucinó, con un perfecto equilibrio cósmico y sonrió, lleno de franqueza, mirando a Francis. Para entonces, ya habían bajado del automóvil y estaban a la entrada de Barcelona. Atravesaron la puerta, vieron el antro a medio llenar, y se fueron hasta el fondo del único pasillo, donde terminaba el bar y empezaban los baños, y una mesa se divisaba en la oscuridad. Pidieron tragos y brindaron por el encuentro.
-Por las nuevas amistades –alzó su botella Saúl.
-Por las calamidades –auguró Daniel.
-Que se por las casualidades –mintió Céssair.
-Prefiero las causalidades –precisó el Doctor Holmmes, aún ignorante del inicio y desenlace de su romance con Céssair Martínez, ignorante de la psicosis del paisa y de su invalidez emocional, y ostentando su encanto inglés. No estaría entre sus pronósticos, ni entonces ni después, llamar a Saúl, desesperado por la soledad del pueblo, y brindar con él de nuevo, un tarde de los meses posteriores.
-¿Y Daniel?
-Debe estar tirando…
-Qué envidia. Y nosotros aquí. ¿Nunca para?
-¿Y Céssair? –cuestionó Saúl.
-De viaje. Sus negocios, tu sabes, en Medellín.
-Sí. No ha ido mucho desde que sale contigo –concedió.
Miraron hacia abajo los dos, como arrepentidos, encontrando la mirada de Saúl toda la atención de un tipo, al otro lado de la terraza, a quien reconoció de ‘por ahí’.
-A ése tipo lo he visto por ahí. Se llama ‘Fabrizzio’ –puso comillas al aire- y creo que vive cerca de mi casa. Es como simpático.
-¿Y qué?
-¿Qué de qué?
-Vamos y le hablamos. Le invitamos una cerveza y ahí vemos.
-¡Que arrechera tan hijueputa, Francis! –se sorprendió Saúl- Pero, dale, vamos.
Se fue cabalgante Francis y extendió su mano formal a ‘Fabrizzio’, quien sonrió al verlo y ubicar a Saúl, dos pasos atrás, haciendo cara falsa de malo, con las cejas arriba y la boca cerrada, mirando de reojo a su alrededor.
-Que se siente con nosotros –se invadió de desafío.
Francis presumió el temor de ‘Fabrizzio’ ante la actitud detectivesca de Saúl, y se sentó de una en la mesa, flirteando, y sin perder contacto visual con la víctima.
-¿Por qué no vamos a mi casa, ‘Fabrizzio’? –miró el reloj y sonrió. Ya se habían tomado un par de cervezas y Francis deliraba en hipersexualidad nerda desatada por el abandono de Céssair. Era como un pequeño potro atrapado en un corral, resoplando todo el tiempo y con los cascos listos para el primer relincho. Ya en su habitación empezó a lanzar sentencias en plural que asustaron a Saúl.
-Vamos a ver porno.
-This is so High School. Casi como Drew Barrymore en ‘Jamás Besada’. ¿La viste? Regresa al colegio como estudiante, siendo una periodista encubierta, para experimentar su beso jamás dado. Yo nunca vi porno en el colegio –comentó Saúl tratando de tranquilizarse y tranquilizar a ‘Fabrizzio’.
-¿Por qué no nos quitamos las camisas? Hace mucho calor. Abramos un poco las ventanas… -‘Fabrizzio’ obedeció las órdenes del Doctor.
-Me voy a quitar la camiseta, si. La verdad si hace mucho calor y no quiero sudarla. Cogen mal olor después. A mi mamá siempre le cuesta quitárselo –habló como para sí, Saúl, viendo a Francis acercársele y estamparle un beso torpe en los labios, que le hizo pelar los ojos, cubrirse el pecho con la camiseta que lanzó por los aires al instante, mientras ‘Fabrizzio’ se agarraba furiosamente el paquete, entretenido por el porno, en medio de los otros dos. Yacía recostado en la cama de Francis, quien puesto de rodillas a un lado de fingía caricias hacia el otro lado, hacia Saúl. Con decisión se deslizaron rumbo a la entrepierna de ‘Fabrizzio’ y dejaron salir la verga del tipo. No les permitió que la tocaran y empezó a pajearse frenético, ante la sorpresa del dúo desesperación, que no halló otra opción que empezar a hacer lo mismo. Sacaron sus vergas, observando excitados y asqueados al recién conocido, y se tocaron fofamente por unos segundos. Saúl volvió a suspirar, justo antes de sumergirse para darle una mamada a Francis y lamer su único testículo. Ante la imagen, encerrado en mitad de la escena, ‘Fabrizzio’ empezó a soltar gemidos que anunciaban su orgasmo.
-¡No!
-¡No te toques más! –gritó Francis manoteando junto con Saúl.
No se pudieron ver la cara, distraídos por la cantidad de semen regado en la barriga del amante precoz, goteando por sus costillas. Ocultaron sus falos y se pusieron las camisetas para darle la despedida al visitante orgásmico. Se echaron en el piso a conversar.
-¿Cuántos años es que tienes? –sonó interesado el médico.
-23, los cumplí en Julio. Disculpa, ¿por qué tienes una sola?
-Cáncer Testicular. Por eso también me adelgacé mucho.
-¿En serio? Yo soy brujo y nací bajo el signo de Cáncer –sonrió Saúl apuntando con el índice en su cabeza.