Reset: Garganta Profunda

Gallardo sopló la cerilla y pensó que estaba muy mal que alguien quisiera apagar su fuego. El que crepitaba debajo de la camiseta azul y el pantalón café, ese que a pesar de la cerilla, humeante ahora, incendiaba cada pubis selvático de aquella pista de baile. Volvió a aburrirse, ya sin el breve entretenimiento del fósforo, y puso su mano empuñada de nuevo en la mejilla hasta alcanzar cierto sopor. El Cineasta vio esa luz, la que se encendió en el balcón y entonces encontró la excusa perfecta para huir de su relación, exhausta y sin sentido: ‘Voy a fumarme un porro. Ya vuelvo’. Tomó las escaleras, amenazante, veloz, dando largas zancadas, que en cada punto iban bombeando un, cada vez más fuerte, torrente de sangre hacia su verga-micrófono. Para cuando alcanzó la cúspide del recorrido las pulsiones en su entrepierna eran insoportables y, fingiendo un dolor en la ingle, se agarró el paquete y enfocó a Gallardo: de espaldas, flacuchento, inclinado sobre la baranda del balcón. Silencioso, erecto, El Cineasta se le hizo al lado, con una sonrisa tímida que lo desnudaría 45 minutos después.

-¿Cómo le va? ¿Quiere trabarse? –y ofreció su pipa tacada de marihuana.

-Creo que aquí no permiten fumar –respondió Gallardo, quien lo había visto –y seguiría viendo- venir.

-Talvez a usted no –se llenó de coraje y soberbia, El Cineasta –Hágale. Yo respondo.


Gallardo accedió a aspirar de los subidos vapores de El Cineasta y luego de la primera de muchas bocanadas en compañía de su próximo amante, no dijo:

-Ese es mi novio. El que está allá ¿Alcanzas a ver cómo su ojo azul brilla como un cocuyo moribundo? ¿No? Pues tengo claro que no es el amor de mi vida pero lo quiero. Sí, es posible que sea un drogadicto y un maleante pero yo mismo no soy ejemplo de integración social. Ya ves. Sabía que subirías, porque estás tan aburrido como yo y la desesperanza nos aniquila. Hoy es nuestra primera salida como novios ¿sabes? Y no he podido verlo más claro: David Sandoval está ciego. Es verdad. Por lo menos de un ojo. Esa enfermedad bicromática no debe ser gratis. Lo que todavía no he podido definir es si es el ojo azul o el café el que le corta parcialmente la visión. Debo confesarlo: creo que es el azul; es el más accesorio.

-Pues mi novio es el que está en la otra esquina. Yo a mi novio lo quiero, aunque usted no lo crea. Una relación está basada en la funcionalidad, en que las cosas salgan bien. Él me quiere, de eso tengo la certeza. Mi novio no es como el resto de gente, como yo, como usted: no se anda acostando con cualquiera que tenga pipí ni se dedica a coleccionar polvos de distintas variedades. No. Usted y yo, somos del mismo tipo, lo noté apenas lo vi. ¿Si le propongo que se venga a mi casa ahora, aprovechando la distracción de mi novio y el suyo, para hacerle un deep throat, se enoja? ¿Si ve que no? ¿Y si me lo llevo hasta las sillas de atrás, donde está oscuro y nadie nos ve, y le planto un pico en la boca? –no dijo El Cineasta.

-Tienes razón. Voy, sin duda –continuó no-diciendo Gallardo- A mi me queda más fácil y no creo que mucho le importe a David que me vaya o me quede. El cinismo alimenta muchos de mis actos y siempre trato de victimizarme ante el mínimo asomo de reproche. Me importaría poco llamarle después, con tu semen fresco sobre mi barriga, para reclamarle por la soledad en la que me ha sumido esta noche, obligándome a pensar y hacer cosas inconfensables, precisamente esta noche en que salimos por primera vez. ¿Ves? ¿Pequeño pez? Vamos ahí detrás o a tu casa. O a la mía. O a la una, a las dos y a las tres. Yo: siempre dispuesto, como los Scouts. Y no pongo problema ¿Tienes perros? Vi a un tipo muy parecido a ti, paseando perros por La Macarena. Tan sexy, vigoroso y con un olor a talco y sudor, revuelto con orines de perro por supuesto, que me sedujo. Con gafas oscuras, cual cegatón ¿Será por eso que siento que te he visto en algún lado? ¿O te he olido en algún lado? En los cuerpos de la gente con la que he, hemos, dormido, posiblemente.

-Todo está dicho, entonces. Véngase a mi casa y nos las mamamos. Lo invito a que me haga pasarla bien sin tener que hacer de mi vida una película trascendental. Una erótica, mejor, hagamos eso: una erótica –no dijo El Cineasta, apretando los dientes.

–Entonces habrá una parte en la que yo le mordisqueo las tetillas y lo pongo a que me la mame y le beso los pies hasta que se retuerza y le hago deep throat… Un momento. Estoy hablando de una porno. Hagamos eso mejor: una porno. Quedémonos ciegos de masturbarnos.

-Reseteémonos este disco duro rayado a punta de orgasmos… -no dijeron los dos en coro.


Continuará...

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