0 com

Chapinero del Amor V: Revisitado

La noche había pasado tranquila, a pesar de los disparos que se escuchaban en la distancia. Arnoldo se había calmado y ya no babeaba ni intentaba darle mordiscos a Saúl, cada que se le acercaba. Por el contrario, había permanecido silencioso y dócil ante las atenciones de Saúl, cuyo estómago ya empezaba a hablar en lenguas: no habían probado bocado desde el Suchi del día anterior y Saúl temía que no hubiese un McDonalds abierto.

-Tranquilo, tranquilo –le decía a su estómago- Papá encontrará algo para todos.

Desde la calle no se habían vuelto a escuchar los gruñidos de los malvestidos pero el sonido de pasos revelaba su presencia. ¿Y ahora qué? ¿Esta gente mueca se tomaría las calles de Chapinero del Amor? ¿Y luego qué? ¿Las pasarelas de Milán? A Saúl le molestaba esa tendencia indigente que se imponía entre el público hoy en día y mucho más que viniera acompañada de estos actos vandálicos. Los malvestidos no habían vuelto a aparecer pero aún seguía aquel fuerte hedor que invadía cada rincón del edificio. Sin importar cuánto ambientador Saúl aplicara, en la habitación de Arnoldo se concentraba un fuerte olor entre poso séptico y Glade. Saúl dudó si abrir o no la ventana. Uno de esos tipos podía saltar y darle un mordisco y eso posiblemente lo excitaría pero no, no, no estaba bien con Arnoldo en ese estado. Se atrevió a abrirla, tan sólo un poco, pero el aire en la calle también era pesado. Sólo vio ese atardecer intenso que se había repetido por los últimos días, como un mal augurio. Cerró de nuevo la ventana. Se le antojó ir a la terraza, necesitaba salir, orearse un poco y tomar una decisión: el encierro estaba empezando a enloquecerlo.

Se sentó, cruzado de brazos en el piso, con la espalda sobre el muro, protegiéndose del frío. Sintió su barba aún más tupida y se imaginó en una publicidad de perfume; saliendo de la niebla y susurrando el nombre de su marca: S by Saúl.

-Como by Evan Rincón –dijo-

Sacó su teléfono y empezó a marcar tembloso el número de su primo. Un timbrazo, dos, tres, a buzón. Una vez más: uno, dos, tres: la llamada había entrado por primera vez en varios días. Saúl perdió el control del teléfono y este fue a caer en el piso de la terraza. La pantalla empezó a iluminarse y a formar un holograma indescifrable.

La imagen de su primo, Evan, apareció en el aire y Saúl retrocedió sorprendido.

-Hola, mari

-Hola, Evan ¿qué es lo que pasa por el amor a Dior?

-Chapinero está en cuarentena, Saúl –empezó diciendo- Al parecer una extraña epidemia se ha apoderado de la zona y la entrada o salida está prohibida. Lo que he escuchado por las noticias es que el barrio está cercado y que hay temor de que los enfermos escapen e infecten a otras personas. La enfermedad se generó en una discoteca inmensa, por una rara mutación de los vapores generados por muchas botellitas de poppers abiertas al tiempo. Los maricas aspiraron, mari, como para variar –continuó Eván, agachando la cabeza y moviendo las manos, elocuente- y salieron como locos, desgarrando sus ropas, a alimentarse de todo lo que encontraban.

-Un momento, ¿Tú estás escuchando lo que me estás diciendo? Eso quiere decir que voy a pasar mi cumpleaños encerrado aquí…

-Lo siento, mari –la imagen y voz se pixelaron un poco- Yo estoy muy lejos ahora y no puedo ir a buscarte. Tienes que encontrar… -volvió a perderse la señal- …serpientes cascabel… -pixelación- ...cruzando la calle… -más pixelación- …diamantes Swarosky y las Pussycat Dolls –interferencia- …Hay tuneles en… -interferencia y estática- …el bolso más caro del mundo… -estática e interferencia- …practicar el sexo anal y el sexo… -interferencia, estática y pixelación- …¡huye, por favor!

El holograma de Evan empezó a desaparecer sin permitir que Saúl escuchara el resto de la información. Tomó el celular y empezó a darles golpes para intentar que la imagen de Evan regresara para explicarle que tenían que ver las Pussycat Dolls con el sexo anal. Justo en ese momento su celular volvió a vibrar. Se escuchó un susurro en el auricular.

-¡Aló! –gritó Saúl

-Hola, eh, ¿Saúl?

-Sí, con él

-Me gustaría verte, ¿en dónde estás?

-En Chapinero, por favor ayú…

-¿Y qué? ¿Te están dando mucho fleque por allá?

-¡Perdón!

-Sí… ¿te están dando mucho fleque?

-¡Yo no voy a contestar esa pregunta!

Y colgó, dándose cuenta que tal vez sería la última vez que escucharía la voz de alguien por teléfono. Esa voz ronca y sexual que se le insinuaba y que de seguro era alguna broma perpetrada por Daniel Gallardo. Claro: le había dado su número quién sabe a qué viejo loco prometiéndole que obtendría sexo fácil.  No señor, Saúl Louis no era presa fácil y mucho menos en tiempos de Apocalipsis Zombie Gay.

Evan había dicho algo de unos tuneles pero toda la información resultaba confusa. Si había algún túnel, Saúl debería encontrarlo y llevar a Arnoldo con él. Arnoldo; delirante y ardiente. Pensó en bajar de nuevo y mirar cómo estaba. La calle seguía sola y ni un rastro de los zombies. Saúl miró hacía la esquina, más allá de la bodega y vio una figura moverse. Pensó que se trataría de otro más de esos seres agonizantes pero pronto descubrió que alguien se ocultaba tras el muro. Logró identificar a un hombre que movía la mano en su dirección, tratando de llamar su atención. Saúl no supo qué hacer: su corazón se aceleró y temió por la vida de aquél extraño que simbolizaba, tal vez, su último contacto con otro humano. Corrió por las escaleras, como llevado por un especial impulso, hasta llegar a la puerta de metal del edificio y observó por la ventanilla de cristal cromado. No había muchos metros de la puerta a la esquina donde el personaje se ocultaba. Saúl podría arrepentirse de abrir la puerta y encontrarse con uno de aquellos hediondos que lo habían perseguido antes. Lo podía morder o incluso pegarle ese intenso olor de ala. Entreabrió la puerta y enfocó al hombre detrás del muro: se veía sucio, barbado y con unos dreadlocks que le llegaban a los hombros. Parecía haber estado vagando por varios días -o por toda su vida, para ser realistas-. El hombre vio a Saúl y supo que su momento de atravesar la calle sería ahora o nunca. Volvió a asegurarse de la presencia de caníbales y emprendió la carrera hacia la puerta. Saúl abrió más y lo dejó entrar. Se miraron fijamente, una vez adentro, los dos agitados, como esperando el ataque del otro.

Un fuerte estruendo se escuchó escalera arriba. Saúl y el extraño voltearon, viendo a Arnoldo sostenerse, pálido, sobre el nicho donde se encontraba la Virgen. La imagen se había estrellado contra el suelo y la cabeza pesada de la Virgen de lágrimas de sangre rodaba por las escaleras yendo a dar a los pies de Saúl. 
Read more »