Chapinero del Amor VII: Humanos, después de todo
Despertó tendido sobre unos costales sucios, con la imagen de Axel de espaldas, descamisado, intentando encender una fogata. No se pudo mover: la falta de alimento lo tenía débil. Entreabría los ojos y, a su alrededor vio cadenas y manchas de sangre. La cacería de zombies, supuso, era algo en lo que Axel parecía muy hábil. Pronto se acercó hasta él y le dijo:
-Estoy preparando algo que te gustará. Creo que en realidad deberías bañarte.
Y le señaló un tanque sobre el que caía una gotera, al fondo de la gruta. Axel lo ayudó a levantarse, acompañándolo hasta ese punto. Saúl no supo qué hacer: no acostumbraba desnudarse frente a extraños sin un contrato pre-nupcial firmado, mucho menos se sentía capaz de tomar una ducha en presencia de un desconocido y en aquellas paupérrimas condiciones. Con mucho pudor se deshizo de su ropa –oh su amada ropa- vomitada y hedionda a cañería. Tomó con las manos un poco de agua, la pasó por su cara y vio el resultado ennegrecido. La voz de Axel lo asustó.
-Ven, debes hacerlo bien –le dijo.
Empezó a echarle agua encima, limpiándolo con firmeza con una esponja vieja. Le agarró con fuerza una nalga, mirándolo fijo a los ojos y mostrando los dientes. De nuevo Saúl se excitaba, inconteniblemente; así lo hizo saber con una fuerte erección.
-Me lo quiero comer –dijo Axel, pasando su lengua por el trasero de Saúl y rematando con un mordisco.
Saúl dio un salto y soltó una sonrisa: era la primera vez que sonreía desde su llegada al apocalíptico Chapinero. Según aquel test que había hecho alguna vez en Vogue ésta era una de las doce señales inequívocas del enamoramiento. En la pregunta número 7 Saúl tenía algunas dudas:
Señales inequívocas del enamoramiento: ¿Perdidamente enamorada?
7. ¿Piensas que tu hombre es una persona digna de tu total confianza?
A. Sí, cien por ciento
B. En algunas ocasiones
C. Aún debe ganarse mi confianza
D. Siento que debemos conocernos mejor
Saúl no supo qué responder ni entonces ni ahora; con los dientes de Axel clavados en su nalga izquierda. Pero si habría de responder, de seguro se inclinaría por la opción D ya que aún no sabía muy bien qué pensar del extraño: ¿estaba intentando seducirlo o sólo era todo este asunto del apocalipsis zombie gay lo que lo mantenía interesado? ¿Y cuándo acabara todo qué? Se alejó un poco, dando a entender a Axel que él podía acabar solo con su baño. La mano de Axel se deslizó por entre sus mulos, llevando un dedo hasta el orificio. Se detuvo y sonrió.
Durante su baño, Saúl pudo detectar el olor de algo que Axel cocinaba a fuego lento, en leña. Era como una combinación de cerdo y cordero que le hizo agua la boca y lo llevó, como hipnotizado, hasta la fogata del rastafari.
-Huele bien, ¿no? –dijo Axel, con una sonrisa retorcida.
-Huele muy bien –respondió Saúl- ¿Qué es?
-Ya lo sabrás.
Axel sirvió algo del contenido viscoso de la olla en una taza de metal. Se veía espeso, rojizo y poderoso, con un buen pedazo de carne que bollaba sobre un caldo burbujeante. El plato le fue ofrecido.
-Espera, tengo una cuchara.
Saúl se apenó de sus terribles modales: incluso Axel, ese salvaje que había sobrevivido en las alcantarillas por tanto tiempo, se veía mucho más civilizado. Le pasó la cuchara.
-¿Tú no vas a comer?
-Comeré más tarde. Toda esta emoción me cerró un poco el estómago. ¿Qué tal está?
-DE-LI-CI-OSO –respondió Saúl con la boca llena.
-Debes alimentarte bien. Debes estar hambriento.
Saúl había acabado con el primer plato cuando recordó preguntar qué contenía aquella receta tan nutritiva que Axel le había preparado. Le sabía como a cerdo pero no estaba tan seguro que otro ingrediente contenía.
-Adivina –Axel se puso de pie.
Saúl no daba con el sabor. Tomó una cucharada, mucho más profunda esta vez, para lograr que sus papilas gustativas captaran todo el sabor del especial platillo. Algo duro se enredó entre sus muelas. Tal vez un huesillo de pollo, pensó, mientras intentaba sacarlo con sus dedos. Eso era: tal vez se trataba de un sancocho trifásico. Saúl logró sacar el objeto que había tronado en su boca y vio que se trataba de un diente humano. Se estremeció. El plato de metal fue a dar a un lado de la hoguera. Saúl saltó, sorprendido, con ese diente filoso aún en sus dedos. Lo dejó caer.
-La carne humana es lo único que se puede comer por estos días, Saúl. Son ellos o nosotros. No se puede sobrevivir de lo que quedó en los supermercados; hay que cazar. La carne de los fenómenos es muy mala, dura, en cambio –se fue acercando veloz hacia Saúl- la carne humana –se detuvo oliendo el aire- es tan blanda, tan fresca, como la que acabas de comer.
Saúl sintió arcadas. Lo que había devorado era el cuerpo o la parte del cuerpo de un humano. Eso le preocupó aún más: ¿qué parte era la que había comido en el primer plato, qué podía tener ese gusto suave pero chicloso, con aquel fuerte olor? La sonrisa de Axel se tornaba ahora macabra: lo miraba, más que con deseo, con ganas de devorarlo. Pudo imaginarlo hartándose con sus gruesos muslos. Ahora entendía que las cadenas en la cloaca no eran para sometimiento de fenómenos sino de sobrevivientes, de los que como él, estaban por ahí escondidos en Chapinero. El rastafari se acercaba con decisión; sacó de su bota un cuchillo, afilado, oxidado. No había a dónde huir y en el enfrentamiento Saúl saldría vencido. Se quedó inmóvil.
-Y tú tienes un sabor tan especial –lo sometió tomándolo del cuello- Te voy a preparar y administrar muy bien, no te preocupes. Servirás para varios días.
La idea de ser cercenado, abierto y cocinado volvió a generar nauseas en Saúl. Sin más volvió a soltar una catarata de vómito encima de Axel, esta vez sobre su cara, rociando sus ojos, dejándolo ciego por varios segundos. Saúl huyó, aún con ese sabor a vómito y carne humana en la boca, intentando encontrar la salida. Se escucharon los gritos de Axel siguiéndole.
Saúl logró ubicar una escalerilla que llevaba a una tapa. Lo llevaría a la calle, plagada de zombies, pero si contaba con suerte podría esconderse en otro lugar. Se asomó, viendo que una figura imponente deambulaba por la acera: Arnoldo había sobrevivido.
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