Yesid Cáceres o La que empieza por Té y termina en Leche
Sin haber logrado culminar una profesión, a los 20 años, este paisa decidió que lo suyo eran las ventas. Pronto logró colarse entre un grupo de vendedores de una reconocida marca de ropa e ir de almacén en almacén logrando las cifras más altas, haciendo gala de sus dotes fulleros y aprovechando su juventud para subir en la escarpada del mundillo de modas. Su ‘desempeño’ le hizo merecedor de estar entre los administradores de locales no sin antes brindar su culo a los altos cargos que le recompensaron con múltiples ascensos. ¿Qué era lo que cautivaba tanto acerca de Yesid Cáceres? Sin duda su capacidad de cambiar de caras, si así se le podía llamar.
En una tarde de ventas, Yesid conoció al que sería, lamentablemente, el único amor de su vida. La persona que lo desequilibraría por completo y lo convertiría en aquel ser desinteresado y solitario, lleno de misterios y lisiado emocional. Otra era la cara de Cáceres la tarde en que Alexander Lozada lo abordó por primera vez, preguntándole el precio de unos jeans. Al medírselos, Alexander pidió la opinión del jovial y complaciente Cáceres, quien de inmediato lanzó términos como ‘bacancito’ y ‘chimba’, para describir la horma del pantalón en su cliente. Lozada decidió no sólo llevar los jeans, sino además un par de camisas y calzoncillos y el número telefónico del vendedor estrella sumado a la promesa de llamarlo a la hora de salida.
Durante los próximos tres años Alexander Lozada y Yesid Cáceres mantuvieron una relación sentimental svengali y sexualmente flip-flop de la que ambos se rehúsan a brindar mayores apartes hoy en día. Yesid salió muy lastimado, luego de experimentar la psicosis de Alexander y su necesidad de infringir daño, y su personalidad mutó hasta hacerse impenetrable. La única forma de la que pudo ser penetrado Yesid Cáceres, a partir de Alexander, fue analmente, manejando una fuerte doble moral, que siempre lo hacía ver como el tonto pasivo enamorado, cuando en realidad utilizaba esta estrategia para manipular y desechar a sus amantes una vez llegaban a un importante círculo de su intimidad. Yesid Cáceres adoptó aspectos de la fuerte personalidad de Lozada y luego de su abandono –por un chico más joven y de mayores aspiraciones- se sumió en un camino de estafas emocionales y un show de máscaras, en el que siempre intentó interpretar a la víctima.
Se habían conocido en diciembre, Yesid Cáceres y Daniel Gallardo, en otra habitación de hotel, de una ciudad diferente pero con finalidades similares. Daniel había logrado estar al tanto de los movimientos de su foco de obsesión, Yesid, y por fin ponerse en contacto con él para conocerse. No fue casualidad entonces que, días antes, se encontraran en una sala de chat y cuadraran una cita. El estratega había logrado averiguar, a través de la conexión Cessair-Mazzo-Cáceres, la frecuencia y horas en que Yesid visitaba la sala de conversaciones. Se conocería después la adicción de Yesid Cáceres por los encuentros furtivos con personajes conocidos a través de la red y su fascinación por ofrecer mamadas en cabinas del centro de Medellín.
-¿En dónde estás? – Escribió Daniel, haciéndose el inocente.
En Medellín, pero en unos días estaré en tu ciudad- tipeó Yesid en respuesta.
El interés inicial de Gallardo por conocer al paisa vendedor nunca rebasó los límites de lo sexual y se basó en comentarios escuchados de boca de algunos conocidos paisas, amantes pasajeros de Yesid, cuyas descripciones, en jerga montañera, definían la experiencia como: ‘rica’, ‘una chimba, parce’ y ‘uuufff’. La pobreza del lenguaje antioqueño fue complementada por la volátil imaginación de Gallardo, siempre tendiente a magnificar el sexo-suceso. La necesidad que tenía Gallardo por conocer los apartes de la vida sexual de los demás, el tejemaneje de la intimidad de amigos, conocidos e incluso desconocidos y su propensión a hacerse protagonista de nuevas historias decadentes, fueron el plus que dio el giro trágico a este pseudo-romance. La intensidad de aquel primer encuentro fue el abrebocas de una perjudicial obsesión. Para Yesid resultaba extraña la conexión profunda que sentía con Daniel, a tan sólo minutos de conocerse y haberlo recibido analmente, y la forma como el joven de 20 y tantos parecía decir las palabras exactas y sonar tan interesante, le relajaba. Compartieron entonces una cena, de mediocre lasagna y jugo de mandarina, ambas recomendaciones de Daniel, que para el otro comensal resultó perfecta: era su orden favorita, de hecho. Toda esta conjunción de detalles hacía viajar a Yesid de la confusión a la fascinación y sólo podía conferir a Gallardo un sinfín de cualidades que lo ponían muy por encima de sí mismo.
En aquella cama, de tamaño medio y desordenada, sudada por muchos cuerpos y recién lavada en fluidos de los amantes, pensaba esto, y otras cosas, Yesid Cáceres. Pensaba en el odio profundo que le producía Daniel Gallardo, convertido ahora en un hombre cínico y resentido por su culpa. Intentaba, a veces, verlo como al principio: un dedicado y paciente amante, que se desvivía en atenciones y frases románticas, apartadas de lo ordinario y con un sabor a decepción y humor de autoreproche.
-Podríamos ser muy felices, ¿sabes? Si el amor existiera, si yo no fuera tan intenso y tú me prestaras un poco más de atención.
Yesid se desbordaba entonces en reclamos: ‘Hey, no seás así, no digás eso , yo a vos te quiero mucho, güevón’, en exagerado acento paisa y siempre usando la máscara del incomprendido. Pero ahora descansaban. Yesid miraba por la ventana, anhelando que las horas pasaran rápido, que Daniel se marchara y todo regresara a la normalidad. La normalidad que para Yesid constituía trabajar como Visual de una importante línea de ropa y cogerse a cuanta alma masculina fuera posible en Medellín. Daniel era como la calma de aquella tormenta y el refugio en el que, irónicamente, Yesid se sentía protegido. Esta promiscuidad, a pesar de ser parte de su naturaleza, era algo que Yesid rechazaba y que, según analizaba aquella tarde, era la causante de todos sus problemas.
Camino a un encuentro furtivo con uno de sus múltiples ciber-amantes de una noche, y días previos a un viaje a la playa con Daniel, Yesid Cáceres no se cuestionaba tanto sobre las decisiones de su vida sexual y sentimental. La lealtad y el afecto eran similares a cuerpos extraños en su organismo, que una vez incrustados, se infectaban y salían disparados como pus por sus heridas, como las múltiples eyaculaciones de recién conocidos y extraños que recibía semanalmente sobre su cuerpo. Esa noche Yesid sólo pensaba en satisfacer sus necesidades básicas: tener una buena verga en la boca y en el culo y recibir una cogida que le sacara esos demonios sentimentales del cuerpo, aquellos que le poseían a través de Daniel Gallardo. En busca de eso iba, rumbo arriba de El Poblado, minutos después de haber cuadrado una cita con cualquier hambriento activo. No logró espantar aquellos diablos Yesid. En su lugar, y una cuadra antes del edificio donde se encontraba su exorcista, fue abordado por un maleante, quien le quitó billetera y celular y además las ganas de ser culiado bestialmente. Victimizado, llamó al día siguiente a Daniel, para narrarle su versión de lo sucedido.
-Iba para la casa de unos amigos y me robaron el celular y la billetera, con todos los documentos. Me llevé un buen susto…
-Pero, ¿estás bien?, ¿no te hicieron nada?’ –preguntó Daniel, fingiendo preocupación.
-Sí, todo bien, el tipo sólo me dio un empujón.
De lo que nunca tuvo conocimiento Cáceres fue de la vinculación de Daniel Gallardo con este robo. Una vez más: a Gallardo sólo le interesaba la conectividad existente entre sus amantes, los de sus amigos, los de los desconocidos e incluso los de sus enemigos. La amistad entre Yesid y Juan David Mazzo y, a su vez, la relación que en su momento Cessair y Mazzo habrían de sostener, lo metían de lleno en esta enredadera fálica: Francis Holmmes era su amigo y hasta hace poco, el ‘noviecito’ de turno de Cessair. Para Gallardo esto no era más que la confirmación de su papel como héroe de la historia, juez, jurado y verdugo, vengador y coordinador del resultado final de este fucking ghetto. Evidentemente, alguien tendría que salir perjudicado y al tomar las riendas Daniel garantizaría un pronóstico favorable para él y su amigo el doctor, quien se ganaba su cariño y lástima ante la traición de Cessair. Yesid Cáceres era la primera ficha, según lo veía la desequilibrada mente de Daniel Gallardo, en este efecto dominó: a través de él se podría llegar a Cessair y esgrimir un golpe que le hiciera pensar más a menudo sobre el resultado de sus actos. Hacer un poco de justicia, era todo.
¿Cuál era el plan que tenía en mente Gallardo? ¿Por qué había decidido emprenderlo contra Cessair? Son respuestas que no serán reveladas en este capítulo. En Medellín, la noche del encuentro entre Yesid y Daniel, se sentía un aire más bochornoso que el habitual y por ello los desconfiados amantes se mantuvieron desnudos hasta sentirse asfixiados y decidir abandonar la habitación del hotel. Durante el camino Gallardo se dedicó a recordar sarcásticamente algunos instantes de aquel previo encuentro en la playa.
-¿Y recuerdas que tomabas el sol desnudo en la arena para que todos los que pasaran te vieran el culo?
-Vos estás inventando todo eso, Daniel
-Nada de inventos. Sé muy bien lo exhibicionista que eres y recuerdo que ese día hiciste gala de ello –Daniel soltaba una carcajada corta que dejaba clavada en la cabeza de Yesid, harto de la memoria tendenciosa de su interlocutor y de la manera cómo volteaba todo a su favor. Aunque en efecto admitiría interiormente que el exhibicionismo lo había llevado a desnudarse, en varias ocasiones de aquel viaje, incluso con el hermano menor de Daniel presente, y en compañía de Francis y Saúl.
-¿Y ese man qué? –preguntaría el menor de los Gallardo a Saúl y Francis, a algunas leguas de la orilla.
Saúl Louis, quien no podía soportar cualquier confrontación familiar acerca de su sexualidad o la de otros, se hundió en las aguas saladas y evitó tener que responder aquella incómoda pregunta. Francis Holmmes, por su lado, se desencajó en risotadas intermitentes que le robaron el habla por más de una hora. La imagen de Yesid tomando el sol desnudo y Daniel Gallardo leyendo en una silla a su lado, era lo más didáctico del mundo y cualquier aclaración por parte de Francis o Saúl, habría sido redundar.
2 comentarios:
Me gusta tu blog...te iré siguiendo.
http://top50dancepop.blogspot.com/
saludos
Muchas gracias por leer Eroticrisis, Jesús! También sigo tu blog!
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