Cartas de Chelo: Post-Jaime
Bogotá, 29 de Enero de 1986
Querido Jaime:
No sé si recordarás que hoy estoy de cumpleaños. No es una fecha que ande divulgando y no recuerdo si en los 6 años que estuvimos juntos lo mencioné alguna vez. No me gustan las celebraciones y mucho menos cuando no hay con quién celebrar. Si estuvieras en Bogotá, donde hoy llueve a cantaros, habríamos celebrado. Pero el clima es aguafiestas y yo también. ¿Si sabías que Bautista murió? En alguna carta te conté que, por espiar a su novio, bajó por la tubería del edificio y que luego del sexto ya no tuvo de donde sostenerse: los tubos llegaban hasta ese piso. Casi muere entonces. Fui el único que le hizo compañía durante los primeros meses, después del accidente. ¿Se le puede llamar accidente? ¿O se habla de un incidente, si se trata de un suicida que falla en su plan? No soy bueno con los eufemismos. El tiempo que lo cuidé no pude llegar a odiarlo más. Se cagaba y tocaba limpiarlo y nunca estaba de buen humor. No fue mucho lo que soporté y pronto me pasé a vivir al garaje ese de La Macarena, donde vivían El Artista y La Guerrillera. Como bien sabes, La Guerrillera se fue y El Artista se quedó solo, creando y creando, hasta que me fui a hacerle compañía. Ya no podía vivir más con Bautista y en su casa no lo querían tener. Cuando salí, a la madre le tocó pasarse y hacerse cargo: eso debió haberle sabido a mierda. Textualmente. Yo estuve pendiente los primeros días y, después, con El Artista le mandaba libros y artículos que encontraba, para que se entretuviera. El Artista era una fuente inagotable de descubrimientos artísticos y logré conocer a través de él muchas de las obras que hoy adjunto con esta carta. No sé si Bautista alguna vez leyó algo de lo que le envié pero sé que tu si lo disfrutarás. Su muerte no nos ha tomado por sorpresa y hay momentos en que parece que estuviera presente: aunque suene a frase de cajón. Mira tú. En dos días se cumplirá un mes de su muerte. La muerte de Bautista me ha revivido lo tuyo con La Guerrillera, más específicamente la noche en que me trepé por un muro para espiarlos mientras hacían a su hijo.
No sé si recordarás que hoy estoy de cumpleaños. No es una fecha que ande divulgando y no recuerdo si en los 6 años que estuvimos juntos lo mencioné alguna vez. No me gustan las celebraciones y mucho menos cuando no hay con quién celebrar. Si estuvieras en Bogotá, donde hoy llueve a cantaros, habríamos celebrado. Pero el clima es aguafiestas y yo también. ¿Si sabías que Bautista murió? En alguna carta te conté que, por espiar a su novio, bajó por la tubería del edificio y que luego del sexto ya no tuvo de donde sostenerse: los tubos llegaban hasta ese piso. Casi muere entonces. Fui el único que le hizo compañía durante los primeros meses, después del accidente. ¿Se le puede llamar accidente? ¿O se habla de un incidente, si se trata de un suicida que falla en su plan? No soy bueno con los eufemismos. El tiempo que lo cuidé no pude llegar a odiarlo más. Se cagaba y tocaba limpiarlo y nunca estaba de buen humor. No fue mucho lo que soporté y pronto me pasé a vivir al garaje ese de La Macarena, donde vivían El Artista y La Guerrillera. Como bien sabes, La Guerrillera se fue y El Artista se quedó solo, creando y creando, hasta que me fui a hacerle compañía. Ya no podía vivir más con Bautista y en su casa no lo querían tener. Cuando salí, a la madre le tocó pasarse y hacerse cargo: eso debió haberle sabido a mierda. Textualmente. Yo estuve pendiente los primeros días y, después, con El Artista le mandaba libros y artículos que encontraba, para que se entretuviera. El Artista era una fuente inagotable de descubrimientos artísticos y logré conocer a través de él muchas de las obras que hoy adjunto con esta carta. No sé si Bautista alguna vez leyó algo de lo que le envié pero sé que tu si lo disfrutarás. Su muerte no nos ha tomado por sorpresa y hay momentos en que parece que estuviera presente: aunque suene a frase de cajón. Mira tú. En dos días se cumplirá un mes de su muerte. La muerte de Bautista me ha revivido lo tuyo con La Guerrillera, más específicamente la noche en que me trepé por un muro para espiarlos mientras hacían a su hijo.
Recuerdo, y de esto no debes tener conocimiento, que apenas supe que se habían metido en la habitación de al lado me fui hasta el estudio del apartamento de Bautista, cuyas ventanas colindan con el espacio donde La Guerrillera y tú planeaban su futuro, basados en cualquier cábala astral. Me deslicé por el borde de los apenas gruesos ladrillos y conteniendo la respiración observé cómo te la cogías por primera y única vez. La Guerrillera hacía muecas y se retorcía, como si realmente estuviera disfrutando la cosa. Sentí ganas de soltarme y dejarme caer desde ese doceavo piso pero Bautista me convenció de entrar de nuevo al apartamento. Yo debí haberlo convencido de lo mismo cuando él decidió imitarme, noches después.
Me contaste que en diciembre nació tu hijo. No puedo esperar a conocerlo: talvez en abril puedan venir de visita. Aunque la situación está algo pesada por acá: desde la toma al Palacio de Justicia las calles están cundidas de policías. Ese día, precisamente, me volé con Mauro de la oficina, para ir a fumar un bareto por los lados de Choachí. Cuando regresamos, trabados como nunca, uno de los muros de la entrada del Palacio ardía y no entendíamos lo que pasaba. Mauro sacó su cámara y tomó varias fotos del hecho, hasta que unos policías se dieron cuenta y trataron de quitarnos la cámara. Por supuesto, no se la entregamos, haciéndonos pasar por periodistas y retirándonos al poco tiempo, con la traba aún viva ¿Pudiste ver algo por las noticias? De todas formas, te mando algunas de las fotos que tomamos ese día.
Incluso el día de lo del Palacio de Justicia quise que estuvieras. También habrías podido ver la instalación que realizó El Artista. Se fue, precisamente, hasta la Plaza de Bolívar, algunas semanas antes de la toma, y se metió en una bolsa de plástico desnudo. Cuando logró captar la atención de la gente, unos de sus amigos le llevaron pedazos de carne cruda. El Artista empezó a salir de su crisálida, arrastrándose como un gusano, en busca de los pedazos de carne que estaban sobre el suelo, cagado de palomas, de la Plaza. Agarró el primero con los dientes y empezó a mordisquearlo rabiosamente hasta sacarles la sangre. El Artista sujeta fuertemente el trozo de carne con la mandíbula y hace que la sangre se resbalé por el resto de desnuda anatomía. Lo mismo hizo con los siguientes pedazos, ante las miradas de todo tipo de la multitud: horror, curiosidad, asombro y extrañeza. La rabia y la locura le pudieron a El Artista, supongo, ya que empezó a escupir la sangre que le quedaba en la boca a la gente. En ese clímax fue encontrado por los policías que lo sacaron de entre el tumulto y lo montaron en una patrulla. Yo me fui corriendo a tratar de alegar para que lo dejaran libre. En cambio terminé de compañero de captura, recibiendo los más variopinta insultos por parte de nuestros queridos agentes. Nos llamaron marihuaneros, maricas, guerrilleros, bandoleros, infiltrados, hijueputas, cabrones. Creo que no se equivocaron en la mayoría de adjetivos que nos apuntaron, por lo menos no en el caso de El Artista. Siendo marido de La Guerrillera, madre de tu hijo, es una fortuna que nos hayan soltado a los dos días y que hoy, no nos estén investigando por lo del Palacio. Por supuesto, obtuvimos la paliza reglamentaria, de parte de los señores policías, pero puedo decir que la estancia en prisión fue agradable.
Mauro hacía lo que podía desde afuera para sacarnos mientras El Artista y yo éramos los consentidos de la celda. Nos hicimos amigos de un basuquero de El Cartucho que nos pasaba bareta -no tengo idea de donde la sacaba- y no recuerdo otra vez en mi vida en que haya fumado más marihuana que en aquella estación de policía. Todos los días nos trabábamos, cuatro, cinco, seis veces, sin que ninguno de los policías musitara el mayor regaño u observación. Desde temprano armábamos juegos de palabras con el basuquero, en los que el resultaba ganador. Poseía una gran habilidad este desechable y conocía el sinónimo preciso para cada palabra y su significado. Yo cargo con un diccionario siempre, como sabes, y fue el que nos sirvió para comprobar el nivel de léxico que ostentaba el prisionero. ¿Sabías que barahúnda es sinónimo de bacanal? Pues en aquella bacanal de marihuanos lo aprendí. La fortuna se nos acabó el día que Mauro nos sacó y tuvimos que despedirnos de la sabiduría callejera del basuquero. Hubo otros personajes en la celda con los que entablamos un diálogo amable pero no intimamos mucho por la prevención hacia ellos que nos transmitió nuestro ilustrado nuevo amigo. Cuando nos fuimos le hice la promesa a varios de estudiar sus casos y ver qué se podía hacer para sacarlos.
Antes de mi salida, el comandante de la estación me citó en su despacho con la intención de conocer un poco más la vida de este estudiante de Derecho Javeriano, de repente envuelto con aquel artista revoltoso. Detrás de su pupitre, adivinaba una erección divina, un par de axilas velludas y un torso formado por el ejercicio constante. El comandante se me acercó preguntándome por mi procedencia. De Pasto, dije, aunque supiera que aquello debía estar consignado en sus registros. Qué si con quien vivía en Bogotá. Pues con El Artista, le contesté. Mi nerviosismo debió haberse alcanzado a notar cuando me propuso arreglar de una forma más amigable mi salida de la estación y no afectar mi reputación y calificaciones universitarias. El Comandante caminó hasta un lado de la silla donde me encontraba sentado y puso su mano en mi hombro, acariciando lentamente parte de mi cuello. Envés de reaccionar como debía o no debía, empecé a recordar cuando tu me tocabas de esa forma. Recordé que cuando lo hiciste por primera vez yo aún era un ferviente asistente a misa de domingo. Te invité ¿si recuerdas? Nunca apareciste, por supuesto. Mi espíritu bonachón e impresionable contrastaba con tu soltura y desaprensión. El resultado de mi aprehensión, entonces, fue este comandante rozando su bulto contra mi hombro y acariciando mi cuello y yo quedándome en silencio. Tragué saliva, se infló mi bragueta, conté tres segundos, parpadeé y le dije que ya todo estaba arreglado. Qué si cómo así. Qué si quien era el que me iba a sacar de estos aprietos. Volví a parpadear, impasible. Pues mi novia, la hija del comandante Artueta. El hombre se detuvo y me mandó de nuevo a la celda hasta que Mauro consiguió mi salida a los dos días. No pude evitar pensar que habría pasado si hubiese aceptado la propuesta del comandante o si su tal insinuación era sólo un producto de mi mente afectada por los vapores que aspiré estando en la celda. En todo caso, mi atracción hacia los uniformes quedó sellada, puesta dentro de este sobre que viajará mañana con rumbo a España.
Espero que esta carta si te llegue. No has respondido ninguna desde noviembre y puedo llegar a suponer que el trabajo te tiene muy ocupado. Espero que Madrid siga arrodillada ante ti como los varios jovencitos con los que ahora compartes piel. Cuéntame de tus aventuras. Quiero oir tus reseñas acerca del amor y tus observaciones con respecto al material que te pongo.
Continúa la lluvia en la capital. ¿Será que esta carta, como lo nuestro, se pierde en el camino? Te allego un sincero abrazo, Jaime, sin otras intenciones que robarme un poco de tu calor en esta noche lluviosa.
Continúa la lluvia en la capital. ¿Será que esta carta, como lo nuestro, se pierde en el camino? Te allego un sincero abrazo, Jaime, sin otras intenciones que robarme un poco de tu calor en esta noche lluviosa.
1 comentarios:
Querido Chalo: recibi tu carta, te deseo feliz cumpleaños, nunca supe cuando era..siento el fallecimiento de Bautista, siempre lo perdieron la curiosidad y los celos !
No me acabo de creer que no te haya liberado el comandate de la estacion......se muy bien tu reaccion cuando te acarician el cuello ! Pero te liberaste al fin, espero que utilizando artes que no quieres confesar.
De Madrid,ya te contare, esta bonito, pero lleno de cadaveres., de mi y mis aventuras te hablare proximamente.
Con respecto a la despedida de tu carta, es tan bella...,siempre tendras mi calor, regalado, no robado.
Besos por todas partes (por el cuello mas)
P:D: Me robaron la cartera otra vez.
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