Chapinero del Amor III: Let's Rock

I
Esperaba con ansías la hora del almuerzo, no sólo porque lograba calmar el hambre incesante que hacía retorcer sus tripas, sino porque tenía la oportunidad de verlo. Por primera vez, nada tenía que ver la comida en esto: el sentarse a la mesa a esperar que Arnoldo, el mesero rockero, se acercara para tomar el pedido, lo dejaba más que satisfecho. Tampoco se trataba del menú especial de aquel viernes de octubre que Arnoldo leía:

- Se le tiene:
1. Suchi: Se le tiene suuuuchicharrón en cazuela de fríjoles
2. Menú estudiantil: Se le tiene con principio de calabacín
3...

La ronca voz de Arnoldo hizo inclinar a Saúl Louis por la primera opción, antes de escuchar la tercera. Era un gruñido casi gutural que le recordaba a los cerdos. Suchi, entonces, sería el almuerzo de hoy, acompañado de jugo de tamarindo y un guiño de ojo de Arnoldo. ‘¡Un momento! ¿Te guiñó el ojo o lo alucinaste, como aquella vez en que las carimañolas te sonrieron, guiñaron el ojo y con sus manitas te hicieron señas invitándote a devorarlas?’, pensó Saúl. Arnoldo había tomado el pedido y, en efecto, guiñado su ojo y con 40 grados de inclinación de su sonrisa había logrado levantar su bigote y preguntarle a Saúl:

-¿Te le encimo un chorizo? -y soltó la carcajada.

Saúl bajó la cabeza apenado, sin saber si llorar o sonreír o salir corriendo. Era evidente que Arnoldo conocía su gusto por el chorizo y, el eco de la carcajada que retumbaba mientras se alejaba con el pedido, llenaba de mariposas el estómago de Saúl. Miró hacia la mesa de al lado y vio en el plato del comensal a un bizcocho sonriente, hecho de yuca, amarillito, relleno de queso, que le sonreía con grandes pestañas y que con su crocante manita le hacía un llamado. ‘Ven, ven, cómeme. Estoy llena de queso’, le decía, mientras se abría con la otra manita el cuerpo para confirmar su afirmación: rellena de queso.

-Se le tiene Suuuuchi al caballero -fue interrumpido el viaje gástrico de Saúl. Arnoldo volvía con el pedido.
-Gracias
-Hey
-¿Qué?
Arnoldo se acarició la calva y levantó de nuevo el bigote.
-Trabajas por acá. Siempre te veo cuando salgo. Un día de estos te llevo en mi pichirilo…
-¿En tu qué? -Saúl se arrepintió de preguntar.
-En mi carro. Hoy te podría llevar. Creo que ambos vivimos en Chapinero…

Chapinero no era lo mismo desde la última temporada de insomnio de Daniel Gallardo, la partida de Evan Rincón y el retiro del cuadro del inmenso Cristo que miraba hacía la séptima. Y no volvería a serlo aún más luego de que Saúl Louis aceptara subirse al automóvil de Arnoldo, tres horas después de digerido el Suchi. Arnoldo lo recogió, al final de la tarde, en el semáforo donde siempre lo había visto.

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