Eroticrisis: Declaración de intenciones
Un año y algo más ha pasado desde que decidí embarcarme en este cuento llamado Eroticrisis. Se supone que en este tiempo debo haber aprendido algo y haber sacado algo bueno de la experiencia: ya sea relacionarme mejor con los que me rodean o ser un escritor más disciplinado y riguroso y menos amante del caos. Sí, claro. Eso es casi como esperar que mis lectores hayan sacado una bella moraleja de mis relatos y que ahora estén en plan de autosuperación, ayudando a viejitas a cruzar la calle, pensando en cómo hacer de sus vidas un ejemplo para los demás y dando las gracias al Divino Niño, luego de cada eyaculación. Para la segunda temporada de Eroticrisis primero decidí una cosa y luego otra. Pensaba, recién acabado el primer ciclo, que el giro sería que los personajes se redimieran y encontraran todos su camino: Daniel Gallardo conocería la diferencia entre amor y lujuria, Saúl Louis dejaría de juzgar a la gente por su vestimenta y pararía de comer frituras, el Doctor Holmmes inseminaría artificialmente a una mujer del África y haría a un lado su racismo y así. Pasó poco tiempo, luego de este primer pensamiento, antes de que empezara a ver que la raíz de Eroticrisis era la experimentación y desechara esa idea inicial. Al final, no me interesaba retratar de forma fiel todo lo que ocurriera en mi vida, -ustedes bien saben que lo que menos me ha interesado es la fidelidad- mi preocupación mayor era jugar, divertirme y aprender a contar de nuevas formas historias cercanas.
Sin importar cuánto intentara explicar a mis amantes del último año de qué se trataba en realidad este blog, siempre resultaba siendo una razón de temor y posterior distanciamiento; ante la supuesta posibilidad de que terminara escribiendo sobre ellos, contando detalles sobre su vida íntima, tamaños, olores, posiciones, pendejadas, traumas, cicatrices. Tantas relaciones –sexuales- bonitas se fueron al caño por culpa de Eroticrisis, que ahora reflexiono y me doy cuenta… Ne, realmente creo que ha valido la pena. Alguna vez un chico del que estuve enamorado, por un minuto o dos, me dijo que no sabía qué esperar de mí y se alejó dejándome con unos boletos para Salitre Mágico comprados.
Algunos otros, en cambio, al enterarse de la existencia de Eroticrisis asumían la posición contraria y hacían todo lo posible por llamar mi atención, contaban sus historias más retorcidas e inverosímiles, sacaban su lado más kinky para seducirme y lograr un espacio en el firmamento de Chapinero del Amor. Tampoco funcionó. Ambos casos eran bastante aburridos y, si bien el alimento de las historias siempre es nuestra cotidianidad, ya no me resultaba tan interesante cogerme a un cristiano y publicarlo al día siguiente. No. Por más que no dejen de seducirme los triángulos amorosos, los traumas infantiles, los prepucios muy largos, las neurosis, los estados de coma emocional, las cicatrices y deformidades, lo imposible, los pantalones de lino, los conductores de grúas, las gargantas profundas, las blasfemias y todas esas bellas cosas que forman este sancocho, la pose de mírame-escribe-sobre-mí-que-soy-un-fenómeno-de-circo, me cansaba. Como si no tuviera suficiente con mis propias taras emocionales y rayaduras de disco innatas, tenía que lidiar ahora con el hecho de que mis relaciones estuvieran condicionadas de alguna manera por el fantasma de Eroticrisis. Un tipo vino a mí -y por ‘vino a mí’ me refiero a venirse sobre mí- y me dijo: Dios te bendiga. Fue cuando supe qué debía parar.
El blog se volvió mi hijo feo entonces: dejé de hablar de él, de presentarlo en sociedad y hasta de sentirme orgulloso por haberlo hecho. Meses después inicié clases con un reducido grupo de escritores que nunca se enteró de su existencia pero durante ese tiempo lo pensaba como un asunto pendiente a desarrollarse: empezar a depilar algunos vellos púbicos sobrantes, extirpar espinillas y hacerse de un potente cambio de voz.
Mis amigos me preguntaban qué había pasado, por qué lo había parado y cuándo volvería a publicar, a lo que respondía con exageraciones diciendo que ya tenía escritos más de 1874 borradores con personajes nuevos y situaciones más reveladoras y escandalosas. Que esta vez arremetería con más fuerza contra los paisas, que incluso hacía fuertes señalamientos políticos y religiosos, en fin. Patrañas. Las páginas de Eroticrisis estaban en blanco y yo no paraba de sentirme en deuda con Gallardo y sus compinches.
Creo que siempre me he identificado con los personajes en conflicto con sí mismos. Es por eso que esta temporada me enfoqué en sólo algunos de los muchos que pasaron por acá, acercándome a su lado más oscuro y profundo. Y no me refiero al ano… solamente. El sexo no lo es todo, señores y para que vean que hablo en serio en este momento elimino 56 páginas de porno casero guardadas en mis favoritos. Delete.
Menos fricción y más ficción. Ha pasado un año y no he aprendido nada excepto que ya no se hacen blogs como éste. Léanlo y compártanlo.
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